domingo, 28 de junio de 2009

LA DEPRESION DELVERANO


Pues sí, el verano en sí mismo, también puede acarrear una depresión.

Si no te gustan los calores, las aglomeraciones, el incremento del ruido por las noches. Si no puedes dedicar tus vacaciones a lo que desearías, o ni siquiera tienes vacaciones. O estás sin trabajo y en estos meses sólo se encuentra de camarero o similar. Si has roto una relación hace poco, qué rabia ver a las parejitas en la playa, o en una terraza tomando algo y sonriéndose. Si hace tiempo que no has tenido una relación, anhelas que este verano te la traiga pero temes que al final, como siempre, nada de nada. Si dejaste de hacer dieta, o gimnasia, esos cruasanes de más te delatan en el michelín de la cintura. Si quieres comprarte ropa bien bonita, pero el sueldo no te alcanza y tu vestuario es de todo menos actual. Si no te toca más remedio que pasar las vacaciones en el pueblo, en casa de tus padres. Sí, haces un viaje, pero con una gente que ni fú ni fá, porque tus amigos se van a un país más caro. Si tienes la incertidumbre de que cuando vuelvas, tu empresa no te renovará.

Total, un montón de piedras que transforman el luminoso estío en un desierto lleno de tormentas de arena.

Sin embargo, a pesar de que esas circunstancias se den y sean reales, hemos de recordar que nuestra mente interpreta todo lo que vivimos en base a nuestras creencias. Tal vez el verano, sea el tiempo de quitar trastos, barrer bien y fregar con lejía si es preciso, nuestra mansión interior para despejarla de filtros negativos y ver todo como una nueva oportunidad para la alegría, el placer, la aventura, el valor. Una oportunidad de soñar en grande y convertir esos sueños en realidades.