Dijo un sabio que somos lo que pensamos.
Es bien cierto, ya que el estilo de
nuestros pensamientos es la pauta para interpretar todo lo que nos pasa en
nuestra vida, de manera que aquello que pensamos, acaba haciéndose realidad.
No importa lo que nos ocurra,
porque lo único que cuenta es cómo lo vivimos nosotros, cómo nos lo explicamos
a nosotros mismos y a los demás.
Todos pensamos en un nivel
consciente (sabemos lo que estamos pensando) y en un nivel inconsciente
(estamos pensando pero ignoramos lo que estamos pensando), sin embargo, no es
el nivel consciente el más poderoso. Esto es porque desde niños se han ido
construyendo circuitos de pensamiento basados en lo que oíamos y en lo que nos
decían personalmente.
En la infancia, una gran parte de
todo lo que escuchamos son negaciones a lo que deseamos experimentar, probar,
hacer. “No saltes, no subas, no bajes, no hables, no corras, no…” es lo que más
oímos y estas frases van ocupando un gran espacio en nuestra joven mente. Se
repiten innumerables veces (se han hecho estudios que afirman que después de
cincuenta repeticiones, la mente de los niños comienza a aceptar lo que se dice
como una verdad imbatible) y al cabo de un tiempo, ya es el propio niño quien
se niega a sí mismo la posibilidad de probar, experimentar y hacer. Es cuando
escuchamos decirle “no puedo”, “no sé”…
De manera, que tantas y tantas
veces repetidas las negaciones, se convierten en muy potentes y dominan el
estilo de nuestro pensamiento que se transforma en un estilo limitador de
pensamiento, fijándose en lo peor que puede pasar, en lo que no tenemos o
podemos, restándonos fuerza y libertad de elección.
Por otro lado, a nivel consciente,
puesto que lo descrito más arriba es en un nivel inconsciente, la persona puede
verbalizar muchísimas frases positivas, creyendo que son verdad para ella
misma, pero si observamos los resultados de sus acciones en su mundo, podremos
constatar que no son coherentes con esa positividad, sino que avalan que tras
ellas está funcionando un estilo negativo que predomina y hace realidad las
peores posibilidades.
¿Por qué sucede esto?
Porque nuestro cerebro que tiene
dos hemisferios que trabajan de modo muy distinto (uno con palabras y el otro
con imágenes) lo hacen con coherencia interna, que quiere decir que si dices “puedo
hablar en público tranquilamente”, pero no te lo crees (es decir,
emocionalmente sientes que no
puedes), no vas a poder hacerlo.
Pensamiento y sentimiento tienen
que ir de la mano, si no, siempre prevalece el sentimiento.
Por tanto, si queremos cambiar esas
ideas negativas inconscientes que disminuyen en una gran medida, nuestra
capacidad de elegir, de crear lo que vivimos, de ser mucho más felices,
entonces tenemos que cambiar lo que decimos y tenemos que sentir lo que
decimos.
¿Cómo hacerlo? Por un lado con
afirmaciones y por otro con imágenes (visualizando).
Las afirmaciones son frases que
expresan el pensamiento positivo.
El pensamiento positivo es un
pensamiento que pensamos a propósito, porque queremos que se haga realidad.
Soy fuerte, soy valiente, soy capaz
Esta afirmación es como si
tecleásemos en una computadora una orden que queremos que realice.
Cuando la mente escucha soy fuerte, soy valiente, soy capaz,
pone en marcha el resultado. Busca todas las ocasiones en las que hemos sido
fuertes, valientes y capaces y suma las emociones de fortaleza, valentía y
capacidad y nos las envía a través de las conexiones nerviosas.
Así que nos sentimos fuertes,
valientes y capaces.
De modo que sintiéndonos así,
actuamos con valentía, fortaleza y capacidad.
Entonces cosechamos resultados que
nos sirven para conseguir lo que queremos.
Y esto –el conseguirlo- a su vez es
el feedback o retroalimentación que nos motiva y alienta de nuevo.
Este círculo o circuito, se llama
beneficioso y naturalmente es el opuesto al círculo vicioso, que es el que nos
mantiene atados al temor, nos paraliza y nos hace infelices.
Podemos elegir lo que pensamos.
Podemos elegir cómo nos sentimos.
Podemos escoger cómo actuamos.
El resultado, pues, depende de
nosotros.
Sin embargo, si lo decimos (incluso
miles de veces) pero no creemos verdaderamente lo que decimos (como si hubiera
una segunda voz que critica, censura y desvaloriza lo que afirmamos), nunca
funcionará.
Es por eso que hemos de añadir a decir, sentimiento. ¿Cómo ponemos
sentimiento en una afirmación? Imaginando ocasiones en las que nos hayamos
sentido así, buscando imágenes visuales, auditivas o de sensación, que nos
provoquen ese sentimiento.
En la afirmación anterior(soy fuerte, soy valiente, soy capaz), si
el mar te hace sentir así, piensa e imagina el mar, su color, la fragancia de
la sal, los graznidos de las gaviotas, el tacto del agua sobre tu piel, del
sol…mantén esas sensaciones mientras dices tu afirmación. Comprobarás cómo
comienza a funcionar en ti. Busca y utiliza las imágenes que para ti son
significativas.
Las afirmaciones han de trabajarse
conscientemente.
Al principio, no funcionan.
Esto les encanta a las resistencias
al cambio, porque así es más fácil que abandones tu propósito y sigas pensando
cosas que te hunden en vez de cosas que hacen tener alas y volar.
Pero sólo es al principio.
Si perseveras, consigues aprender a
conducir tu mente y tus emociones.
Te voy a dar algunos pasos para
hacer con el trabajo de las afirmaciones:
·
Elige
un área de tu vida que quieres que mejore
·
En
una hoja o libreta, haz dos columnas.
·
En
la de la izquierda escribe lo que va mal en esa área de tu vida.
·
En
la parte derecha escribe las frases que deshacen ese maleficio verbal.
·
Escribe,
lee, canta, grita, susurra…esas frases.
·
Hace
falta un número alto para que realmente se integren en tu pensamiento, es
diferente para cada persona y para cada aspecto, pero no tiene resultado si no
la repites al menos, 500 veces.
·
Dedica
1 o 2 minutos al día a trabajar exclusivamente con tus frases.
·
El
resto del día, aprovecha cualquier momento para repetirlas.
·
Anota
cuando empiezas y ve anotando los cambios que percibes en ti y en cómo actúas
en esa área que quieres mejorar.
·
Trabaja
con la parte derecha de tu cerebro ayudando a la parte izquierda, así que
IMAGINA esa frase en tu mente, como si fuera una película o una mini película.
También destina 1 o 2 minutos al día. Busca recuerdos tuyos dónde te sientes
tal y como afirma tu frase. Busca imágenes que te hagan sentir así.
No hay comentarios:
Publicar un comentario