¿Qué es enfocar?
Poner toda la atención, energía,
en un punto concreto.
Imagina un escenario, y tu
cantante favorito haciendo lo que mejor sabe hacer: cantar. ¿Te lo has
imaginado a oscuras? ¿Te lo has imaginado tan lleno de luz y movimiento que ni
siquiera lo ves? No. Seguramente has imaginado a esa persona que te encanta
como canta, enfocada con la luz que le hace destacar de todo lo demás, y lo
miras, mientras escuchas esa melodía y esa voz expresando sentimientos.
Los técnicos de iluminación en
espectáculos lo saben muy bien. Enfocan
a la persona que quieren que sobresalga, que capte la atención, y no le quitan
el foco de encima hasta que ha terminado.
Ahora, quiero que imagines tu
proyecto. Uno grandioso o uno chiquito. Hazlo como si fuera una maqueta o un
escenario o un dibujo a todo color y detalle, o como si fuera una película.
Observa el conjunto y luego. ¿Por
dónde empiezas? Hay tantas cosas que no sabes cuál elegir. Te pones nervioso,
es muy bonito, es muy potente, pero es tan grande que te desorienta. Muchas veces,
al pensar en tu proyecto te pasa lo mismo y acabas huyendo del agobio, pensando
en otra cosa, distrayéndote con otros temas. Más tarde, te sientes frustrado
porque no consigues lo que deseas (que es ponerte a trabajar en tu proyecto,
antes que conseguir el proyecto mismo). Y poco a poco vas quitando alas a tu
sueño y te conviertes en tu propio mata sueños.
Ahora piensa en las tareas
cotidianas, en las labores domésticas. Hay tanto que hacer, que tampoco sabes
por dónde empezar, y así demoras y evades y al final, te acaba comiendo la
porquería. O no, pero sí es seguro que te agobia y te frustra aunque intentes
mirar hacia otro lado. O en las tareas de la oficina, del despacho, de la
tienda…
Dijo un sabio: un camino de mil pasos, comienza por el primer
paso. Y yo añado: sólo un paso tras
otro nos lleva a alcanzar la meta.
Este es uno de los secretos del
éxito: conjugar comenzar con enfocar.
Si queremos que se haga algo, hay
que poner manos a la obra. Esto es
comenzar. Sin dudas y sin demoras. ¿Quieres pensar en un nuevo proyecto
laboral? Pues coge abundante papel y bolígrafo (o si eres fan del ordenador,
abre una nueva carpeta y comienza el documento) y ponte a pensar en el
proyecto. No el fin de semana o el mes que viene, no. Ahora. Abrir una carpeta,
coger una hoja de papel y un bolígrafo, poner un título (“borrador del nuevo
proyecto”, por ejemplo), lo puedes hacer ahora mismo. Este acto es
importantísimo. ¿Por qué?, te estarás preguntando. Pues la respuesta es que con
esta acción has traspasado la frontera de lo intelectual, de lo invisible, de
lo abstracto, al mundo material, concreto, tangible. Ya tienes ese nuevo
documento en tu ordenador o esa hoja con su título. Empezar a materializar lo
que deseamos es como un ancla que nos fija en un punto e impide que vayamos a
la deriva. El pensamiento es tan veloz, que sin darnos cuenta podemos pensar
multitud de cosas al respecto de algo, pero de las que no retenemos más que una
proporción muy pequeña.
De modo que al tener algo físico
que puede albergar ideas, es mucho más fácil ir a ese soporte material y
usarlo, es decir, anotar esas ideas
para que no se nos escapen. Cuando lo llevamos haciendo un tiempo, habremos
recopilado mucho material e información para pasar al siguiente paso, muchas
preguntas a las que hemos de dar respuesta. Pero no sólo eso, sino que
estaremos ilusionados, con entusiasmo, con ganas de seguir avanzando. Es decir,
estaremos provocando motivación, el motor imparable para conseguir cualquier
cosa.
He dicho que lo primero era
comenzar y que había que unirlo a enfocar. Pues bien, el propio acto de
comenzar puede resultarnos difícil por es todo tan amplio, hay tantas variantes
que contemplar, tantas elecciones ya que tomar…que nos agobia y reaccionamos
como siempre ante los nervios: huyendo. Esto podemos detenerlo si aprendemos a enfocar, ya en este primer
paso.
Pongamos el foco dónde nos sirva. No sobre toda la panorámica (que
sería todo el escenario del ejemplo anterior del cantante), sino sobre una cosa. Como estamos al principio, no
importa sobre qué cosa ponemos atención, sino que lo importante es poner
atención en algo. Por ejemplo, enfoquemos en las preguntas importantes que nos
tenemos que formular sobre este proyecto.
Prueba. Piensa en un proyecto (no
hace falta que sea laboral, puede ser la fiesta de cumpleaños de tu hija o de
tu padre; organizar las vacaciones, o pintar la casa) y enfócate en las
preguntas importantes al respecto.
¿A qué aparecen respuestas –en este
caso preguntas que hemos de hacernos? ¿A qué te anima? ¿A qué empiezas a ver
caminos y posibilidades?
Pues claro. Una vez has anotado
estas preguntas relevantes, vuelves a aplicar el foco y eliges una de las
preguntas para desarrollarla (hacerte más preguntas concretando más), y así
sucesivamente.
Enfocarte significa también, que
todos los días eliges alguna de las cosas que ya has analizado o anotado y la
llevas a término: llamar a los restaurantes para pedir precios, mirar en
Internet locales en otras poblaciones, o cualquiera de los ítems trabajados. Y en ese día, lo haces. Si sólo has
podido realizar tres de las nueve llamadas, pues al día siguiente sigues con la
lista. Verás algo extraordinario: el proyecto crece, se concreta, avanza, se
convierte en realidad. Es liviano de realizar porque cada día, sólo has de
enfocarte en alguna de las cosas para hacer, y hacerlas. No todo el trabajo,
no. Sólo lo que enfocas (te fijas en ello, le prestas atención).
Enfocarse, sirve además para
evitar que nos sobrecarguemos. Si pensamos que todos los santos días de nuestra
vida tenemos que cocinar o preparar alimentos tres o cuatro veces, sentimos un
peso enorme porque es tedioso, aburrido, insoportable. Pero si nos enfocamos
sólo a lo que queremos preparar hoy, es liviano, porque hoy ya casi tenemos
hambre y se nos ocurren ideas de platos ricos y fáciles. Y los hacemos sin
problema, sin sentirnos atrapados en las cuatro paredes de la cocina.
Piensa ahora en el peso de las
reuniones semanales en el trabajo, tensas, difíciles. O en archivar todos los
expedientes. O en bañar todas las noches a los niños… El peso de la amplitud de
la panorámica de las tareas puede resultar insostenible ¿no es así? Pero si nos
enfocamos en una cosa, en hoy, y la hacemos, no sólo es soportable sino que
podemos convertirlo en interesante, alegre, práctico, incluso feliz.
Comenzar y enfocar. Empezar ahora,
poner el foco en algo concreto. Hacerlo hoy, hacerlo mañana. Comprobar resultados,
motivarnos, estar satisfechos, lograr lo deseado. Volver a comenzar y enfocar
otro proyecto. Seguir los pasos. Disfrutar de nuevo. Esta es una dinámica
maravillosa, feliz, próspera, eficaz, inteligente, emocionante…
Comienza y enfoca, una y otra
vez, en esto y en aquello. Verás crecer tus proyectos, gozarás de los
resultados. Sabrás en tu interior que siempre habrá nuevos deseos que colmar,
que es inagotable la fuente para gozar, y lo más esencial: que eres tú mismo o
tú misma el eje sobre el que pivota tu vida, que eres tú quien crea tu mundo,
que eres tú quien lo experimenta.
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