martes, 25 de marzo de 2014

¿CÓMO AYUDO A QUE MI HIJO CONFÍE EN SÍ MISMO?




Todo comienza por el principio.
Todos hemos sido niños: alegres, despreocupados, bulliciosos, atrevidos, curiosos...estas son cualidades de la infancia que vale la pena conservar y cultivar.
Pero también todos hemos tenido miedo, nos ha herido una palabra y una mirada, nos ha desconcertado un chiste y nos hemos sentido ridículos...son sentimientos dolorosos que nos han limitado o incluso algunos, nos siguen limitando.
Casi todos los padres aman sinceramente a sus hijos y desean lo mejor para ellos. Sin embargo, no siempre consiguen que este amor les nutra de verdad, ni lo que creen que es lo mejor para ellos, llega a serlo.
Esto ocurre fundamentalmente por dos motivos:
Sin un trabajo voluntario y consciente, las decisiones -aunque parece que las tomamos nosotros- las toma la experiencia que tenemos almacenada (nuestra o de otros) en el inconsciente.
La segunda razón es que aprendemos una gran parte de los comportamientos a través del modelado. Las personas (casi siempre los padres) que están más cerca de nosotros y nos cuidan se convierten en personas vinculantes, es decir, personas con las que tenemos un vínculo emocional muy importante, de manera que tal y como se comportan es un modelo a imitar. De ahí aquella frase "eres igual que tu padre (o madre)", que no se refiere al aspecto físico -determinado por la genética- sino al aspecto emocional, condicionado no por los genes sino por la conducta.
Cuántas madres se dan cuenta de que siguen un modelo materno que han padecido y odiado (por ejemplo, usar la zapatilla, o pellizcar, o castigar en el rellano) y no pueden evitar hacerlo, les sale solo, dicen. Y es cierto: lo han automatizado de tal modo que ya no necesita una elección consciente para ponerlo en marcha.
O los padres que golpean cómo les hacía su padre, o chillan y rompen cosas, o se van dando un portazo y tardan horas en volver. También les sale solo. No les gusta, pero no saben cómo cambiar esas acciones.
Así que analizando estos dos motivos principales para que el esfuerzo de los padres en educar lo mejor de lo mejor a sus hijos fracase, observamos que se unen formando un escollo muy considerable, casi imbatible.
Imaginemos un padre y una madre primerizos, que esperan con ilusión (y temor) a su bebé. Pongamos que no han tenido experiencia con sobrinos o con niños pequeños, que todo es desconocido. Pensemos también que han leído algunos libros y consultado a otras personas que ya han tenido hijos. Y que los dos tienen a su vez, padre y madre. Cuánta gente opinando ¿verdad? Y cada uno con su estribillo particular. Cuando ya ha nacido su bebé y están solos ante el peligro, ¿qué comportamientos van a tener cada uno de los nuevos papás? Pues sí, ni más ni menos todos aquellos que son los que han vivido y han quedado almacenados en su inconsciente. Sí, aunque hayan leído que es mejor dejar llorar un poco al bebé y no acudir de inmediato a su reclamo de atención, si les causa pánico que el niño se muera, o han visto que su madre (o padre) corrían a la cuna (con un hermanito), eso es lo que van a hacer: porque está grabado en el inconsciente y forma parte del modelo materno (o paterno).

Inconsciente y modelado, los dos ingredientes que provocan que se perpetúe la forma de educar a los niños. Si tenemos la fortuna de aparecer en una familia con una función emocional sana, este modelado y este incosnciente jugarán a nuestro favor. Pero claro, si la familia en la que nacemos es una familia con un cierto grado de disfunción emocional, ¡ay! la cosa cambia.
Aquí llega ese punto tan importante de comprender (y tan difícil) de que los padres son inocentes, por más que sus errores hayan sido garrafales y las consecuencias desastrosas. Ellos, los padres, son a su vez hijos de sus padres, y éstos también hijos de los suyos...y así nos remontamos por todo el árbol genealógico y podemos llegar hasta el Homo Erectus...
Además de este motivo, son inocentes porque cada hijo llega un tiempo en que puede rebelarse, negarse a seguir ese patrón y esas creencias y conquistando su propio poder personal. Y sí, los hijos asimismo son inocentes porque todos hacemos lo máximo que podemos, y si no nos podemos rebelar (por amor, por no causar dolor, por honor...) pues quedamos sometidos a esas conductas y a esas experiencias automatizadas en nuestro inconsciente.
De modo que, fuera las culpas, veamos cómo podemos ayudar a nuestros hijos a crear auto confianza. Lo primero y principal es confiando en ellos. Es decir, sin que nada avale o asegure que mi hijo va a hacer bien una cosa, o va a reaccionar apropiadamente...elijo que creo que va a ser así. Si siento esto de verdad, mi hijo lo va a percibir y nuestra confianza en él es su aval para confiar en si mismo. Prueba una vez, con confianza, ve que algo puede. Sigue, prueba, aprende, consigue, comprende...Con la mirada limpia del padre o madre, con la sonrisa alentadora en los labios. Se equivoca, le sale mal, observa que no pasa absolutamente nada: ni enfados ni recriminaciones, sino una guía para hacerlo mejor. Aprende a automotivarse, a perseverar, a seguir adelante, a alcanzar el éxito. Ya sabe confiar en sí mismo, el padre y la madre amorosos ya habitan en él, es su aliento y su empuje, su paciencia, su entusiasmo. Son las voces que oye en su cabeza, son voces positivas. Se basan en su propia experiencia de éxito.
De acuerdo, qué bonito. ¿Pero y si no confío de verdad, se me va a notar? Pues...definitivamente sí. Por eso, si tú, como madre o padre necesitas cultivar tu propia autoconfianza (practicar la decisión de confiar porque sí, porque tú lo eliges) entonces tienes que leer estas 12 características de una persona emocionalmente inteligente 


Trabajar en ello y pedir ayuda si es necesario.
Recuerda: tú (padre o madre) eres el modelo de mayor influencia en tu hijo o hija, toma consciencia de lo que estás transmitiendo. Sin culpa ninguna pero con completa responsabilidad.
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lunes, 3 de marzo de 2014

CÓMO ENTRENAR LOS PENSAMIENTOS POSITIVOS

Os dejo este vídeo de diez minutos, realizado por Mónica Villamarín, que me encanta.
Vale la pena escucharlo y practicar lo que dice, hoy mismo (no caigas en la trampa de "ya lo haré mañana", sobre todo porque mañana no existe, sólo existe hoy)